Entrando a La Blanca, me acordé inmediatamente de Madrid. Las texturas, los olores, el mobiliario, la luz de fluorescente… me transportaron inmediatamente a esa esquina de cualquier calle de la ciudad en la que sobrevive, quién sabe como, un barcito o una cafetería. En ellos se oxidan, día tras día desde hace años, las mismas caras detrás y delante de la barra.
En aquella merienda descubrí que en determinados lugares se puede viajar en el tiempo y además en el espacio.
2 comentarios:
Me alegra ver que vuelves a pillar ritmo con tu blog... esta en mi rutina del trabajo: 20min...as... mexicostron... besazos maestro... cuidate mucho...
Ese fer!! el más fiel seguidor de mis andanzas o por lo menos el más valiente...
Cada vez que veo el primer comentario en cada post sé que va a ser tuyo y es la hostia saber que estás ahí.
Pronto nos vemos!!!
Besos
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