viernes, 17 de agosto de 2007

Universidad

Acabo de llegar a casa tras completar mi primera semana de clase, de momento las sensaciones son muy buenas. La CU (Ciudad Universitaria) es alucinante, además de inmensa: en ella caben nose cuantas facultades, posgrados, institutos de investigación, jardín botánico, museos, un estadio olímpico, inmensas zonas verdes, hipermercado de la universidad, varias líneas de autobuses gratuitos, una reserva ecológica, un conjunto escultórico gigante, murales de los grandes artistas mexicanos... Acaba de ser declarada Patrimonio de la Humanidad y la verdad es que es bastante impresionante.


En cuanto a las asignaturas, bastante contento, la metodología de acá es bastante más participativa, en parte porque en los setenta hubo un período llamado el Autogobierno en el que la manera de concebir la enseñanza de la arquitectura pasó un poco de clases magistrales a una relación mas bidireccional alumno/maestro. Así que se trabaja en clase, se debate... la cosa esta bastante amena. La verdad se agradece un poco el descanso del rollo superstar.

La peñita es bastante maja y además pues se me acercan y me invitan a tomar un cafe, a trabajar con ellos... Me siento bastante bien en clase. Nada que ver con entro-me trago el rollo - y me voy, casi como volver al instituto pero con unas lecciones de alto nivel.

Y por último dos perlas:

La primera es de mi clase de La Teoría de la Composición Arquitectónica:

El profesor es todo un person que lleva como 40 años dando clase, experto en vivienda mínima y reconocido arquitecto.

En la introducción a la materia, nos trata de explicar como la composición está absolutamente ligada a nuestra percepción de la realidad. Cuenta una historia real aunque con numerosas licencias poéticas:

"Es la historia de dos checos en el siglo XVI que en una noche de borrachera, se sientan en la orilla del río Moldava a mirar como amanece. El nombre de estos dos personajes es relevante, uno es Tycho Brae y el otro Nicolás Copérnico.

A medida que amanece, Brae le dice a Copérnico:

-¡Qué maravilla, cómo sale el Sol!- a lo que éste le responde
-En efecto, amigo mío, es maravilloso pero no es el Sol el que sale, sino la tierra la que se acuesta!-"

La siguiente pregunta del profesor es la siguiente:

-¿Cúanto mide una palabra?- elige una bien larga "Supercalifragilísticoespialidoso"

Si le preguntas a Tycho Brae (representante en esta historia de la mirada que no se hace preguntas) te responderá: -5 segundos-

Por el contrario si le preguntas a Copérnico te dirá: -Unos 150 kilómetros- (Teniendo en cuenta que la tierra gira alrededor del Sol a unos 30 km por segundo)

De la misma forma, en los 20 minutos, 1200 segundos, que llevo escribiendo este post, he recorrido 34.800 km. y eso sin darme cuenta ¡Ahí es nada!


La segunda perla viene de mi profesor de Arquitectura Prehispánica.

En plena disquisición sobre la tradicional concepción del mundo mesoamericano como civilizaciones antiguas extintas y ruinas... valora como todas esas culturas siguen existiendo y pone un ejemplo:

-¿Por qué en Oaxaca hay tantos maestros?-

(Los que en su lucha por unas mejoras laborales, encendieron la mecha del levantamiento popular del año pasado y la creación de la APPO, hartos del pisoteo sistemático del cacique local)

-¿Por qué no en Morelos, o en Veracruz? Pues porque Oaxaca es la tierra de los Zapotecas y su vocación siempre ha sido la constante búsqueda del conocimiento (de ahí lo de los maestros).-

Así a pesar de todo (y por suerte), las raíces prehispánicas llegan hasta hoy en día conformando, además del pasado, el presente y el futuro de la realidad mexicana.

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